viernes, 14 de noviembre de 2014

ES LA HORA DEL CAMBIO

COLEGAS, ES LA HORA DEL CAMBIO
Este escrito está dirigido a todos los colegas que han pasado gran parte de sus vidas dedicados a la difícil tarea de brindar seguridad y prevención, desde los distintos puestos, grados y destinos que les ha tocado trabajar, o mejor dicho les han designado la Conducción Superior de la Institución Policial. Es para que no se olviden que esta vocación de ser policía, les han privado de tantos momentos de estar con la familia, amigos y seres queridos (cumpleaños, fiestas de fin de año, navidad, casamientos, inicio y finalización de clases de hijos, día de la madre, etc., etc.), y que seguramente lo han asumido con naturalidad, en virtud de los elevados principios y altos intereses de la Patria pequeña que es nuestra provincia. Solo aquellos que ya estamos del otro lado de la actividad policial (Retirados) sabemos de tamaña hazaña. Por eso, tal vez, siempre se ha dicho que no es fácil ser Policía, no tanto por los peligros que entraña el servicio, de tener que enfrentar en muchas ocasiones situaciones en las que se ha puesto en juego la propia vida, y otro tanto tener que contener y comprender a una víctima de hechos criminales, de aquello que realmente son tan infame, que a nosotros mismos nos costó creer y asumir, dejando que la justicia actúe.
Pero mi intención no es dar ninguna cátedra de las dificultades que hemos pasado en nuestra vida activa, ya que cada quien sabe los penoso que fue cada situación que le ha tocado vivir, lo que quiero expresar es una idea y poner a la discusión de todos los que pudieran leer este mensaje. A pesar de todas estas vicisitudes, en nuestras vidas, como servidores públicos hoy estamos ante una situación que me parece de una enorme inequidad. Injusto por donde se lo mire, pues no puede ser que luego de haber brindado en cuerpo y alma nuestro servicio, la provincia a través de varios gobernadores, en estos últimos 15 o 17 años aproximadamente nos hayan ninguneado quitándonos lo único que nos otorgaba dignidad, tanto en el servicio activo como en el de pasivo actual. Creo que todos los camaradas coincidirán plenamente en esto.
Hemos sido continuamente engañados en el único reconocimiento más importante que posee cualquier trabajador, en estos últimos años nos han venido pagando sin tener en consideración un gran logro que es el pago por puntos (Decreto Nº1803/88). Tanto es así que en los años 2005, -06, -07 y -08 se han presentado, por parte de muchos colegas, reclamos masivos por diferencias de haberes, debido al incumplimiento reiterativo de los poderes ejecutivos hacia nuestra ley que data del año 1989, lo que fue reconocido incluso en algunos casos planteados jurídicamente por el Superior Tribunal de Justicia de la Provincia de Corrientes. En otros términos nos han ninguneado en todo momento, aprovechándose de nuestra situación particular, el de no poder hacer reclamos colectivos en el espacio público debido a que nunca nos han reconocido nuestros derechos de defensa colectiva de nuestra labor; y hasta ahora no se nos reconoce el derecho de contar con un gremio o sindicato, como lo tienen otras policías del mundo. De contar con ello, sería mucho más fácil para todos los servidores públicos pues contaríamos con un interlocutor válido que podría sentarse en las mesas de las paritarias para reclamar y exigir nuestro derecho, cosa que hasta hoy no es posible.
Hoy el gobierno provincial como nacional sigue apelando al disciplinamiento de los hombres trabajadores de la seguridad, incluso a los que ya estamos retirados, dado que hemos sido rebajados a un nivel de incapacidad total para protestar o reclamar por nuestros derechos. Antes nos decían que la Conducción Superior era quien velaba por nuestro bienestar y que ellos sabiamente conocían las necesidades de los hombres policía. Ahora, ya retirados, seguimos en esa inercia de las que nos han impregnados durante los 25, 30 o más años de servicios, incluso escuchamos por ahí que ciertos camaradas que cumplen tareas en determinados órganos institucionales y asociaciones civiles (círculos de Oficiales, de Suboficiales, asociaciones, mutuales, etc.) reciben indicaciones para que “tranquilice la tropa”, les dicen.
La verdad es que ni siquiera necesitan apelar a esos ilustres camaradas que ocupan ciertos lugares preeminentes dentro de tales organismos, para calmar a la tropa, dado que ya hemos sido tan acostumbrados a esperar, obedecer, y agachar la cabeza, que difícilmente nos podamos organizar para si quiera exigir el más mínimo derecho a un salario digno. Esto es válido tanto para el que está activo como para los que ya hemos pasado a pasividad. Salvo que ocurra un hecho inesperado, extraño, fuera de toda lógica, que nos despierte de este larguísimo letargo a la que hemos sido sumidos desde el momento mismo de nuestro ingreso a la fuerza policial.
Cómo es posible que sigamos tolerando este manoseo, tanto dentro como fuera de la propia institución, seguramente se preguntarán algunos pero dentro de su propias conciencias, y los más audaces lo harán en dialogo con los más allegados, pero jamás osarán convocar o llamar a una reunión para proponer una medida activa por las vías de hecho, dado que esto último es visto por el mismo sujeto “sujetado” como lo dice el sociólogo Foucault, un hecho imposible de llevar a cabo. Esto es pensado pero no se puede cumplir, es decir no puede traducirse en la realidad, en razón de que no está permitido bajo ningún punto de vista discutir o contender con la Autoridad, incluso aunque se tenga razón, ya que la razón siempre es del jefe; así hemos sido enseñados y así operamos durante toda nuestra carrera, por lo que hoy retirados, después de tantos años de adormecimiento (aborregamiento diría yo) y de letargo difícil sería sacudirse de este estado de conciencia. Solo así se explica que no podamos organizarnos y reclamar legítimamente nuestro derecho a un salario digno.
Eso me hace recordar el cuento del hombre que compró un circo con todos los animales amaestrados y la continuidad del personal. Al día siguiente de esa operación estaba controlando los animales que había comprado y se encontró con el elefante que estaba atado con una pequeña cadena en una pequeña estaca de la pata trasera derecha. Inmediatamente llamó al domador y entrenador y le preguntó cómo era posible que a un animal tan grande y fuerte pudiera estar atado con esa insignificante cadena y estaca. A lo que le contestó el entrenador que no se preocupe que el elefante no se escapara, ya que desde muy pequeño estaba atado con esa estaca y cadena; ha sufrido y se ha lastimado tanto de pequeño, que hoy ni siquiera intentará escapar. Estamos igual que ese elefante, sin capacidad de reflexionar y pensar diferente a pesar de los años. El dolor nos ha hecho incapaz de ver siquiera el nuevo estado en que nos encontramos. Es por ello que creamos justificaciones y circunvalaciones mentales sin sentido, que son válidos para nosotros pero incomprensibles para los demás.
Señores camaradas, es hora de que despertemos, de que veamos la realidad tal cual es, que sepamos exactamente el estado en que nos encontramos, basta de estar dormidos, aletargados, debemos hacer el esfuerzo de cambiar nuestra visión, de luchar interiormente para ver la verdad solo así podremos tener un visión distinta de la realidad, y después podremos defender nuestros derechos a vivir con dignidad y libertad. Como dijo Michael Foucault, la libertad no se nos es dado sino que se conquista todos los días y a cada instante.
Nada va a cambiar si estamos esperando, ya no es tiempo en que podemos recibir el mana del cielo, tenemos que actuar y generar los cambios por nosotros mismos, nada podemos perder y tenemos todo por ganar, la ley está de nuestro lado, siempre que actuemos dentro del marco del derecho, pues como siempre digo no hay ninguna ley que prohíba exigir el derecho de uno o de todos, pongámonos en acción ya.

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