Este escrito está dirigido a
todos los colegas que han pasado gran parte de sus vidas dedicados a la difícil
tarea de brindar seguridad y prevención, desde los distintos puestos, grados y
destinos que les ha tocado trabajar, o mejor dicho les han designado la Conducción
Superior de la Institución Policial. Es para que no se olviden que esta
vocación de ser policía, les han privado de tantos momentos de estar con la
familia, amigos y seres queridos (cumpleaños, fiestas de fin de año, navidad,
casamientos, inicio y finalización de clases de hijos, día de la madre, etc.,
etc.), y que seguramente lo han asumido con naturalidad, en virtud de los
elevados principios y altos intereses de la Patria pequeña que es nuestra
provincia. Solo aquellos que ya estamos del otro lado de la actividad policial
(Retirados) sabemos de tamaña hazaña. Por eso, tal vez, siempre se ha dicho que
no es fácil ser Policía, no tanto por los peligros que entraña el servicio, de
tener que enfrentar en muchas ocasiones situaciones en las que se ha puesto en
juego la propia vida, y otro tanto tener que contener y comprender a una
víctima de hechos criminales, de aquello que realmente son tan infame, que a
nosotros mismos nos costó creer y asumir, dejando que la justicia actúe.
Pero mi intención no es dar
ninguna cátedra de las dificultades que hemos pasado en nuestra vida activa, ya
que cada quien sabe los penoso que fue cada situación que le ha tocado vivir,
lo que quiero expresar es una idea y poner a la discusión de todos los que
pudieran leer este mensaje. A pesar de todas estas vicisitudes, en nuestras
vidas, como servidores públicos hoy estamos ante una situación que me parece de
una enorme inequidad. Injusto por donde se lo mire, pues no puede ser que luego
de haber brindado en cuerpo y alma nuestro servicio, la provincia a través de
varios gobernadores, en estos últimos 15 o 17 años aproximadamente nos hayan
ninguneado quitándonos lo único que nos otorgaba dignidad, tanto en el servicio
activo como en el de pasivo actual. Creo que todos los camaradas coincidirán
plenamente en esto.
Hemos sido continuamente
engañados en el único reconocimiento más importante que posee cualquier
trabajador, en estos últimos años nos han venido pagando sin tener en
consideración un gran logro que es el pago por puntos (Decreto
Nº1803/88). Tanto es así que en los años 2005, -06, -07 y -08 se han presentado,
por parte de muchos colegas, reclamos masivos por diferencias de haberes,
debido al incumplimiento reiterativo de los poderes ejecutivos hacia nuestra
ley que data del año 1989, lo que fue reconocido incluso en algunos casos
planteados jurídicamente por el Superior Tribunal de Justicia de la Provincia
de Corrientes. En otros términos nos han ninguneado en todo momento,
aprovechándose de nuestra situación particular, el de no poder hacer reclamos
colectivos en el espacio público debido a que nunca nos han reconocido nuestros
derechos de defensa colectiva de nuestra labor; y hasta ahora no se nos
reconoce el derecho de contar con un gremio o sindicato, como lo tienen otras
policías del mundo. De contar con ello, sería mucho más fácil para todos los
servidores públicos pues contaríamos con un interlocutor válido que podría
sentarse en las mesas de las paritarias para reclamar y exigir nuestro derecho,
cosa que hasta hoy no es posible.
Hoy el gobierno provincial
como nacional sigue apelando al disciplinamiento de los hombres trabajadores de
la seguridad, incluso a los que ya estamos retirados, dado que hemos sido
rebajados a un nivel de incapacidad total para protestar o reclamar por
nuestros derechos. Antes nos decían que la Conducción Superior era quien velaba
por nuestro bienestar y que ellos sabiamente conocían las necesidades de los
hombres policía. Ahora, ya retirados, seguimos en esa inercia de las que nos
han impregnados durante los 25, 30 o más años de servicios, incluso escuchamos
por ahí que ciertos camaradas que cumplen tareas en determinados órganos
institucionales y asociaciones civiles (círculos de Oficiales, de Suboficiales,
asociaciones, mutuales, etc.) reciben indicaciones para que “tranquilice la
tropa”, les dicen.
La verdad es que ni siquiera
necesitan apelar a esos ilustres camaradas que ocupan ciertos lugares
preeminentes dentro de tales organismos, para calmar a la tropa, dado que ya
hemos sido tan acostumbrados a esperar, obedecer, y agachar la cabeza, que
difícilmente nos podamos organizar para si quiera exigir el más mínimo derecho
a un salario digno. Esto es válido tanto para el que está activo como para los
que ya hemos pasado a pasividad. Salvo que ocurra un hecho inesperado, extraño,
fuera de toda lógica, que nos despierte de este larguísimo letargo a la que
hemos sido sumidos desde el momento mismo de nuestro ingreso a la fuerza
policial.
Cómo es posible que sigamos
tolerando este manoseo, tanto dentro como fuera de la propia institución,
seguramente se preguntarán algunos pero dentro de su propias conciencias, y los
más audaces lo harán en dialogo con los más allegados, pero jamás osarán
convocar o llamar a una reunión para proponer una medida activa por las vías de
hecho, dado que esto último es visto por el mismo sujeto “sujetado” como lo
dice el sociólogo Foucault, un hecho imposible de llevar a cabo. Esto es
pensado pero no se puede cumplir, es decir no puede traducirse en la realidad,
en razón de que no está permitido bajo ningún punto de vista discutir o
contender con la Autoridad, incluso aunque se tenga razón, ya que la razón
siempre es del jefe; así hemos sido enseñados y así operamos durante toda
nuestra carrera, por lo que hoy retirados, después de tantos años de
adormecimiento (aborregamiento diría yo) y de letargo difícil sería sacudirse
de este estado de conciencia. Solo así se explica que no podamos organizarnos y
reclamar legítimamente nuestro derecho a un salario digno.
Eso me hace recordar el
cuento del hombre que compró un circo con todos los animales amaestrados y la
continuidad del personal. Al día siguiente de esa operación estaba controlando
los animales que había comprado y se encontró con el elefante que estaba atado
con una pequeña cadena en una pequeña estaca de la pata trasera derecha.
Inmediatamente llamó al domador y entrenador y le preguntó cómo era posible que
a un animal tan grande y fuerte pudiera estar atado con esa insignificante
cadena y estaca. A lo que le contestó el entrenador que no se preocupe que el
elefante no se escapara, ya que desde muy pequeño estaba atado con esa estaca y
cadena; ha sufrido y se ha lastimado tanto de pequeño, que hoy ni siquiera
intentará escapar. Estamos igual que ese elefante, sin capacidad de reflexionar
y pensar diferente a pesar de los años. El dolor nos ha hecho incapaz de ver
siquiera el nuevo estado en que nos encontramos. Es por ello que creamos
justificaciones y circunvalaciones mentales sin sentido, que son válidos para
nosotros pero incomprensibles para los demás.
Señores camaradas, es hora
de que despertemos, de que veamos la realidad tal cual es, que sepamos
exactamente el estado en que nos encontramos, basta de estar dormidos,
aletargados, debemos hacer el esfuerzo de cambiar nuestra visión, de luchar
interiormente para ver la verdad solo así podremos tener un visión distinta de
la realidad, y después podremos defender nuestros derechos a vivir con dignidad
y libertad. Como dijo Michael Foucault, la libertad no se nos es dado sino que
se conquista todos los días y a cada instante.
Nada va a cambiar si estamos
esperando, ya no es tiempo en que podemos recibir el mana del cielo, tenemos
que actuar y generar los cambios por nosotros mismos, nada podemos perder y
tenemos todo por ganar, la ley está de nuestro lado, siempre que actuemos
dentro del marco del derecho, pues como siempre digo no hay ninguna ley que
prohíba exigir el derecho de uno o de todos, pongámonos en acción ya.